Un mundo mejor
El Capitán miró por la escotilla de la nave hacia una estrella aparentemente igual que todas las demás, era la estrella de su mundo natal pero a siete pársecs de distancia parecía igual a todas las demás. Mientras contemplaba el casco de la nave salpicado por los impactos de los micrometeoritos y las cicatrices de antiguas batallas que indicaban que no siempre había sido una nave de colonización, recordó los más de treinta años que llevaba viajando por el espacio y los motivos que le impulsaron a él y a su tripulación a comprar una vieja nave de guerra a punto de ser convertida en chatarra y transformarla en su hogar por más de treinta años.
El viaje, salvo algún incidente aislado, había sido tranquilo, con el tiempo todos se habían adaptado a la rutina de la vida en el espacio y con los años, la tripulación había aumentado con nuevos tripulantes que solo habían conocido la vida a bordo de la nave, para ellos las historias de sus padres y abuelos sobre su planeta natal eran historias míticas que rozaban lo fantástico. Ahora cuando quedaban unos meses para llegar al final de su viaje esto estaba a punto de cambiar. La tripulación estaba nerviosa y excitada tanto por el final del viaje como por los nuevos datos que habían obtenido los instrumentos científicos sobre su destino.
Miró la pantalla de su ordenador y se fijó en una estrella de un color amarillo-anaranjado más brillante que las demás. La habían elegido porqué los océanos del tercer planeta tenían unas condiciones optimas para su especie. Según los últimos datos el planeta al que se dirigían era una bola azul y verde con una luna enorme, además su superficie estaba habitada por seres inteligentes. Esperaba que fueran pacíficos.
Madrid, 22 de Abril de 2010
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